lunes, 13 de mayo de 2019

La leyenda de Cantuña




A un indígena llamado Cantuña los padres franciscanos le habían encomendado la construcción de una iglesia en Quito, la de San Francisco. Este aceptó y puso como plazo seis meses, a cambio él recibiría una gran cantidad de dinero.
Aunque parecía una hazaña imposible lograr terminarla en seis meses, Cantuña puso su mayor esfuerzo y empeño en terminarla, reunió un equipo de indígenas y se propuso terminarla. Sin embargo, la edificación no avanzaba como él esperaba. En esos momentos de angustia se le presentó Lucifer y le dijo: “¡Cantuña! Aquí estoy para ayudarte. Conozco tu angustia. Te ayudaré a construir el atrio incompleto antes de que aparezca el nuevo día. A cambio, me pagarás con tu alma”. Cantuña aceptó el trato, solo le pidió una condición a Lucifer, que termine la construcción de la iglesia lo más rápido posible y que sean colocadas absolutamente todas las piedras.
Sin embargo, este se vio desesperado porque los diablillos avanzaban muy rápido, tal como lo ofreciera Lucifer. La obra se culminó antes de la medianoche, fue entonces el momento indicado para cobrar el alto precio por la construcción: el alma de Cantuña.
El diablo al momento de ir ante Cantuña a llevarse su alma, este lo detuvo con una tímida voz, ¡Un momento! – dijo Cantuña. ¡El trato ha sido incumplido! Me ofreciste colocar hasta la última piedra de la construcción y no fue así. Falta una piedra. El indígena había sacado una roca de la construcción y la escondió sigilosamente antes de que los demonios comenzaran su obra.
Lucifer, asombrado, vio como un simple mortal lo había engañado. Así, Cantuña salvó su alma y el diablo, sintiéndose burlado, se refugió en los infiernos sin llevarse su paga
Cuenta una leyenda muy famosa en la ciudad de Quito, capital del Ecuador, que en los tiempos de la Colonia existió un indio muy famoso por ser descendiente directo del gran guerrero Rumiñahui.
Este indio, llamado Cantuña, tenía mucho poder sobre los demás indígenas de la región. 

Aprovechando esto se comprometió a construir un hermoso y gran atrio para la Iglesia de San Francisco, pero su compromiso con la iglesia fue hacerlo en seis meses, caso contrario no cobraría nada.

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